Ormuz arde, y América también. Cuando Washington solo se mira al espejo
Solapas principales

El cielo del Golfo Pérsico volvió a iluminarse con fuego. Estados Unidos bombardeó posiciones estratégicas en Irán con el pretexto, una vez más, de garantizar la seguridad global. Pero esta vez, el precio no solo lo paga Teherán. El eco de esas explosiones cruzó océanos, aterrizó en Valparaíso, se deslizó por los surtidores en Ciudad de México y golpeó los transformadores que iluminan Tegucigalpa o Santiago.
El Estrecho de Ormuz no es simplemente un canal entre Irán y Omán. Es la arteria por donde fluye casi una quinta parte del petróleo mundial. Al atacar, Washington dice proteger ese flujo. Pero el dato incómodo es que su dependencia energética directa de Ormuz es mínima: produce lo suyo, importa de otros, y sufre poco. ¿A quién estaba cuidando realmente?
América Latina, en cambio, observa el incendio desde la cornisa. Países como Chile, Centroamérica o República Dominicana, totalmente dependientes del petróleo importado, enfrentarán una tormenta de efectos en cadena: aumentos en el precio de la electricidad, escasez de combustibles, inflación de alimentos y un golpe directo al transporte público. Gobiernos frágiles deberán decidir entre subsidiar la energía o enfrentar protestas sociales.
Los grandes exportadores, como México, Brasil o Argentina, podrían gozar de precios más altos, pero no sin consecuencias. La inflación importada por el encarecimiento del transporte y de los insumos asiáticos (clave para la agricultura, la automoción o la industria farmacéutica) erosionará cualquier ganancia. Además, Argentina, aún con Vaca Muerta, carece de infraestructura para capitalizar el momento y ya navega una crisis fiscal que no necesita combustible adicional.
Venezuela, en tanto, asoma como ficha de reemplazo: puede que Washington busque su petróleo si pierde el iraní. Pero su industria está deprimida, sus acuerdos son frágiles y todo dependerá, otra vez, de la voluntad de la Casa Blanca.
México sufrirá retrasos en autopartes, una industria estratégica para su economía. Colombia y Perú, como exportadores agrícolas, verán caer sus márgenes por el alza en fletes. Y si esto se prolonga, El Salvador o Guatemala podrían enfrentar directamente la recesión.
Entonces, ¿por qué se bombardeó Irán? Porque Washington juega su ajedrez global sin mirar al sur. Porque cada vez que mueve una pieza, los peones somos nosotros. Porque América, tantas veces cortejada en discursos, es invisible cuando el humo se levanta.
La pregunta ya no es si el ataque fue legítimo, sino por qué siempre que se activa una bomba, retrocede nuestra soberanía económica. Y sobre todo: hasta cuándo dejaremos que nos usen de retaguardia, cuando nosotros también estamos en la línea de fuego.
Jorge Bustos
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