Un día cualquiera, una tarde cualquiera, en un punto urbano cualquiera tocó su bocina y me subí. Ni siquiera esperé la seña para ratificar lo que no era necesario. No existían más profesoras de Sociología que tuviesen un Fiat 147 GLS rojo, y menos esa sonrisa de la cual ya me habían advertido.
No teníamos nada, solo las ganas. Éramos jóvenes, como otros en diferentes puntos del país, que resolvimos tomar decisiones dramáticas, enaltecedoras, históricas y, sin duda alguna, heroicas: como decía el Rucio, de dar la vida por la vida.