Que uno llegue a los años cronológicos que luce, no es solo por haber sido bien alimentado por su madre, o por sus esfuerzos y penas de mamá sin marido, o por el aceite de bacalao que me daba la abuela Pichina; es también por aquellos que me dieron la chance de ser y estar: mis compadres, hermanos de ideas y convicciones, los que debieron soportar la macana, los voltios, los culatazos y callar, solo callar, inmensa valentía que me compromete a no solamente estar, sino que a seguir persiguiendo la felicidad robada por la bestia parda, por la derecha rabiosa y sedienta de sangre de pueblo.

Responsables de esta existencia física deben ser también aquellos que cobijaron y guardaron mi sueño, sin conocerme, porque no lo necesitaban si compartíamos el objetivo y buscábamos lo mismo. Sabíamos, por ejemplo, que una forma de golpear era no permitir que nos arrebataran la vida.

Así se hacen realidad frases como aquella que dice que las cosas se construyen entre todos. Uno es eso, es el sacrificio, el amor, el ganarle al dolor y al miedo, es ganarle a la muerte y a la vida sin sentido. Y, sin embargo, no es solo estar y creer que no adeuda cosa o afecto alguno. Hoy estamos celebrando un año más porque otros hombres y mujeres se encargaron de eso, y porque a los sobrevivientes nos queda seguir, hasta vencer.

Nacimos con esta obligación de ganarle a la vida que nos negaba incluso el nacer, luego crecer y madurar en paz; los derechos, los hemos ganado, la felicidad, construimos la sonrisa esa, la sonrisa que es nuestro triunfo y tiene más energía que toda la descargada de odio sobre todos nosotros, la sonrisa, nuestra hermandad y el camino, la sonrisa es este ser agradecido, seducido y nunca satisfecho de la vida ganada, junto a todos aquellos que me regalaron más que mil complicidades.

Mi primera copa es por quienes, hoy me permite abrazar y gozar este nuevo años a mis seres queridos

Jorge Bustos