UN DERECHO QUE SE HEREDA, NO SE VENDE
El Presidente de la República de Chile salió el Jueves a defender la postura de su Ministro de Hacienda que ha ratificado que la baja del Imacec es por culpa del paro portuario, cuestión que ya hace dos días había contradicho el presidente de la Cámara de la Producción y del Comercio (CPC), Andrés Santa Cruz.
Estas dos visiones tienen un significado, en mi opinión, profundo, al mostrar el estilo del gobierno cuya capacidad sólo se centra en constatar un hecho sin buscar sus raíces. Es decir, al parecer, todavía creen en la generación espontánea. En la otra vereda, Andrés Santa Cruz baja el perfil a dicha noticia pues sabe y entiende que no se puede levantar polvaredas cuando escasea el viento.
Claro está que el gobierno no da pie en bola y apaga el fuego con bencina, no sólo con el tema de los estudiantes, quitando más de 20 mil becas; sino que también, nos echa la culpa de todo para tratar de congraciarse con los empresarios exportadores. Lo cierto es que ellos no supieron resolver un conflicto provocado por uno de los operadores portuarios más poderosos del país, por cuya tozudez se perdieron más de 3 mil millones de dólares. Pero, además, saben que varias veces los dirigentes (por separado y algunas ocasiones juntos) les advirtieron de la sobre explotación a que están sometidos los trabajadores portuarios y la violación de los derechos más básicos de humanidad que a diario se sufren en estas faenas, donde ni tiempo para colación se estaba respetando. La respuesta que conocimos de la delirante y rota ministra fue a su altura: “¿si no les gusta lo que viven y como trabajan, por qué no se cambian de trabajo?”. El paro fue lo que quedaba como respuesta mínima ante semejante desinteligencia e insensibilidad, propia del siglo XIX.
Los empresarios tienen un dicho que los representa en todos los niveles: “El que se sienta en una mesa, paga la cuenta” y es por eso que los trabajadores los deben obligar a sentarse a la mesa a negociar, porque si no, no lo harán de gusto propio. La contradicción generada indica claramente que los empresarios reunidos en la CPC, saben de la capacidad de negociación despertada en la última movilización de los trabajadores portuarios de Chile, saben que si éstos entienden su capacidad y fortaleza, los días de abuso, del lucro y de leyes injustas tienen sus días contados. Los empresarios saben que si la política – y digo la buena -, esa de clase, se instala en la mente de sus líderes, podríamos ser el próximo país integrante del ALBA. Por lo mismo, el miedo que los invade es tal que prefieren bajar el perfil al tema y contradecir en su cara al ministro Larraín y, cómo no, al mismísimo Sebastián Piñera.
Así las cosas, lo claro es que la responsable de que el Imacec no llegara al 6 en marzo último, es la inhumanidad de la clase gobernante y sus representados los dueños del capital. Es culpa de las condiciones de galeras en que laboran los trabajadores portuarios de Chile; tanto que a dos días de haberse llegado a acuerdo en Angamos, moría aplastado un operario y a otro le eran cercenadas sus piernas por medidas de seguridad insuficientes en las faenas.
De igual forma, el responsable de que otros Imacec no lleguen a los puntos que los ministros sueñan serán quienes detentan el poder, porque han sido incapaces de tener un instrumento regulador del sector (Ley General de Puertos), un plan de desarrollo estratégico patriótico portuario, que cuide nuestros recursos y las escasas aguas abrigadas que poseemos. Para que no fallen más los cálculos del Imacec, se debiese terminar con la precariedad del empleo y su informalidad que afecta del 32% del total los trabajadores de Chile, casi todos ligados a la cadena de producción y servicios del comercio internacional. Podríamos asegurar que con eso resuelto, los Imacec saldrán parejitos y ajustados a los vaticinios de los economistas. Cualquier nación desarrollada ajustada a este siglo, lo sabe.
Para ello es preciso también que los líderes portuarios de nuestro país de costa, den la pelea por cuestiones trascendentales para la vida de los trabajadores, sus familias y, por lo tanto, para Chile. Es un imperativo, no sólo ético recobrar la dignidad, la solidaridad, la inteligencia y la unidad, y dejar de mirarse el ombligo.
Pretender que se gana al agarrar un par de pesos por vender lo que es de todos los chilenos y avalar privatizaciones, es mucho más que un error, es lo que los empresarios y quienes nos doblegan, esperan que hagamos, para dar su zarpazo final y dejarnos sin siquiera poder mirar a los ojos a nuestros hijos y nietos en el mañana que se avecina cuando nos pregunten qué hicimos por defender los puertos. Eso es pan para hoy, hambre y decadencia vergonzosa para mañana.
Está por verse qué pasará, todo depende del grado de maduración de los trabajadores, como siempre ha sido en la Historia del Hombre, esa que sólo avanza cuando nos levantamos sin mancha en nuestra frente y compartimos la sonrisa con las generaciones que nos suceden.
Jorge Bustos
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