Organicemos la vereda.
Hay un dicho que reza: “depende del cristal con que se mire”. Es como eso de la vereda desde donde uno vea. Desde esta vereda los hechos despreciables cometidos por quienes se decían demócratas y defensores de un sistema justo, han quitado el velo; el disfraz del verbo con que la gente los seguía y votaba, era mentira, la más vil mentira, recibían dinero -y lo más probable es que sigan recibiendo- de aquellos que fueron los cómplices del asesinato del último Presidente de la República del Pueblo y de los hijos más hermosos que había parido la Patria.
No ha sido un error para quienes seguimos en este lado de la vereda, este intento de dedicar la vida a pelear por lo justo, es más, ha sido un acierto mantenerse sin tener precio, defender la justeza de lo que nuestros mentores nos enseñaron, sueño quizás irrealizable por la genética humana, pero sucumbir hubiese significado que hoy muchos habrían claudicado también y considero aún saludable esa imagen de tener la obligación de decir de hacer, de gritar generando miedos en aquellos que agredes, pero también en aquellos que sabiendo la verdad callan para seguir siendo tocados por el bienestar del esclavo.
Qué razón hay siempre en escapar a los compromisos con quienes aparecen enmierdados con la cochinada del tráfico de influencia para hacer leyes que joden a los más humildes, a los desposeídos. Estas putas de la política, travestis de los discursos, han quedado al desnudo, son de lo más bajo, de la especie humana, en cueros a la vista de los mortales, son horrorosos porque lo feo tiene que ver siempre con las intenciones. Nosotros podremos no tener riquezas y a menudo no tener el apoyo de la academia, pero sin duda nuestra dedicación, nuestro motivo de vida, no puede en el futuro acercarse a los adefesios, a la inhumanidad retratada en los actos delincuenciales que se cometen tras el poder.
Sin embargo, nos falta. Las y los hombres de trabajo, los justos, los que no quieren lujos, los que enseñan a sus hijos la decencia, los valores, a ser honestos, a no robar, debemos unirnos y crear algo nuevo en la sociedad que nos permita terminar con la degeneración de la política existente, con la delincuencia instalada en el poder, debemos levantar la rebeldía como antídoto ante tanta podredumbre, vista y ratificada.
No podemos no reaccionar, el mal no puede ganarle al bien, debemos (al igual que en otros momentos políticos) ser capaces de enaltecer la humanidad de los justos, de dar la vida por la vida si fuese necesario, a pesar de las amenazas fascistas de boca del poder. Los intelectuales ya levantaron su manifiesto en contra de la corrupción y nosotros los de a pie, los que vamos apretados en el metro y en las micros, los que hacemos patria desde las letras y los oficios, ¿cuándo levantamos nuestro manifiesto, cuándo le decimos a los ladrones que se acabó la fiesta, que recuperaremos la patria, para nuestros hijos, que respetaremos el curso de los ríos y a las especies que viven junto a nosotros, porque al final, para qué querer oro, si con hambre ese no se puede comer ni beber?
Me resisto a pensar que algunos individuos no entiendan que el ofrecer alianzas con sus personajes y sus partidos es una ofensa y falta de respeto a nuestra postura ante la vida y la política de nuestro país. Pero más me resisto a no hacer, pues desde esta vereda el verbo sí es acción y la acción es la única que cambia los Estados y con ellos, las instituciones para que éstas reflejen La Patria que a todos acoge por igual.
Jorge Bustos
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