Defensa realista y el desafío demográfico

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Autor: 
Jorge Bustos

Los conflictos recientes desde Ucrania hasta los estallidos relámpago en Medio Oriente han revelado una verdad incómoda: la superioridad tecnológica no garantiza la defensa efectiva si no existen mecanismos eficientes para reponer armas, municiones y soldados. En este nuevo escenario, Chile sigue invirtiendo millones en sistemas sofisticados que, en caso de una amenaza prolongada, podrían transformarse en chatarra funcionalmente obsoleta.

Pero existe una vulnerabilidad aún más profunda: Chile no cuenta con el capital humano necesario para sostener una defensa extendida en el tiempo. Países vecinos como Perú, Bolivia y Argentina exhiben pirámides demográficas más jóvenes, Chile enfrenta un proceso de envejecimiento acelerado. Perú, por ejemplo, concentra cerca de 9 millones de personas entre 15 y 29 años; Chile apenas supera los 4 millones en ese rango. Esta realidad plantea una pregunta inquietante: ¿cuánto tiempo podríamos resistir una agresión sin suficientes jóvenes capacitados para reforzar las líneas de defensa?

A esto se suma la constante emigración de jóvenes que buscan mejores oportunidades en el extranjero, dejando al país aún más limitado en términos de fuerza operativa.

La Fábrica y Maestranza del Ejército (FAMAE) debería ser el pilar de una estrategia nacional orientada a la autosuficiencia defensiva. Chile necesita capacidad local para producir armamento eficaz, accesible y en grandes volúmenes. Sin embargo, FAMAE permanece atada a proyectos lentos, costosos y dependientes de tecnología importada. En caso de una interrupción de las cadenas de suministro, el país sería incapaz de sostener la producción necesaria para enfrentar escenarios de defensa moderna.

La experiencia ucraniana ha demostrado que drones artesanales, vehículos modificados y municiones producidas en talleres descentralizados pueden resultar más decisivos que tanques de última generación varados por falta de repuestos. Chile aún no ha incorporado esta lección con la urgencia que merece.

La profesionalización histórica de las Fuerzas Armadas chilenas es incuestionable. Sin embargo, la defensa contemporánea exige velocidad y eficiencia. El Estado debe dejar atrás las exhibiciones y ceremonias y priorizar una estrategia de preparación enfocada en lo esencial. Transformar la industria militar hacia una producción ágil y de gran escala de municiones, drones y vehículos modulares. Fomentar políticas demográficas que incentiven la natalidad y la permanencia de jóvenes en el país. Desarrollar reservas civiles entrenadas, tomando como referencia modelos defensivos como Suiza e Israel. Exigir a FAMAE resultados concretos, con metas claras y escalabilidad industrial.

Chile no puede seguir invirtiendo en vitrinas costosas mientras sus vecinos refuerzan sus estructuras defensivas y capacidades humanas con mayor dinamismo. No se trata de prepararnos para la guerra, sino de estar listos para proteger lo que somos. La defensa del país se gana con lo que es resiliente, reproducible y accesible.

Jorge Bustos

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