
Porque cada vez que el miedo se convierte en candidato, el pueblo termina pagando el precio.
Hay algo que se repite en cada elección: el miedo como estrategia.
Vuelve el discurso de que “todo está perdido”, que “la delincuencia se ha tomado el país”, que “nadie está seguro”. Y como si fuera guion escrito en una sala de redacción compartida, los medios ligados a los grandes grupos económicos y por supuesto, a la derecha política vuelven a convertir la inseguridad en protagonista.
Pero esta vez hay que estar preparados. Porque lo que se viene no es solo una campaña electoral, es una maquinaria ideológica que opera con precisión. Ya lo hemos visto antes: titulares diseñados para agitar, imágenes que criminalizan, cifras sin contexto y narrativas construidas para sembrar pánico. Lo que no nos dicen es que Chile, según indicadores internacionales, no es el país más violento ni el que enfrenta mayor criminalidad en América Latina. De hecho, está lejos de los extremos. Pero eso no vende. Lo que sí vende es el miedo. Y ahí está la trampa.
En las próximas elecciones, ese miedo será usado como arma. Lo envolverán en promesas de “orden” y “mano dura”, lo asociarán con migración, con pobreza, con los barrios populares. Y lo que es más grave: buscarán que el pueblo vuelva a votar en contra de sus propios derechos, engañado por un ambiente artificial de amenaza constante.
Debemos denunciarlo desde ahora. No se trata de negar la delincuencia, sino de entender cómo se está instrumentalizando. Se usa para justificar recortes sociales, para instalar discursos autoritarios, para desviar la atención de los verdaderos problemas: la concentración económica, el abandono estatal, el despojo territorial, el desastre ambiental.
Este año, la papeleta no solo decidirá candidatos. Decidirá si seguimos permitiendo que el miedo nos gobierne, o si recuperamos la claridad que nos quieren arrebatar. La delincuencia no se combate con titulares ni con toque de queda: se enfrenta con cuentas bancarias abiertas, con transparencia, se enfrenta con dignidad, con justicia igual para todos, no con clases de éticas, para los poderosos, con un Estado que proteja a todos por igual.
La advertencia está hecha.
Que no nos engañen otra vez.
Jorge Bustos
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