
Desde Europa hasta América Latina, líderes progresistas se reunieron en Santiago de Chile para enfrentar lo que consideran una amenaza común: el avance de una ultraderecha cada vez más articulada, que ya no necesita tanques ni golpes de Estado, sino que se sirve de algoritmos, discursos de odio y desinformación para ganar terreno. La cumbre “Democracia Siempre” fue el último gesto de este frente que busca reencantar a las sociedades con una democracia más justa, participativa y conectada con sus realidades.
Pedro Sánchez, Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva, Yamandú Orsi y Gabriel Boric compartieron diagnósticos y propuestas. Petro advirtió que la extrema derecha “controla los algoritmos, siembra el odio y difunde el miedo”. Sánchez alertó que está siendo liderada por oligarcas que buscan erosionar las instituciones democráticas. Lula, por su parte, fue directo: “La democracia ha ido perdiendo espacio hacia una derecha extrema con comportamiento nazi-fascista, que no respeta las relaciones civilizadas”. Y agregó algo que no se escucha todos los días desde un jefe de Estado: “La democracia no se trata solo de votar, sino de ayudar a gobernar”.
Yamandú Orsi, presidente de Uruguay, también dejó una reflexión que vale la pena subrayar: “Sé que la democracia es imperfecta, pero no conozco otra forma de gobierno que permita que la gente humilde tenga incidencia real en las decisiones”. En tiempos donde la política parece alejarse de la ciudadanía, esa frase resuena como un recordatorio de lo esencial.
Desde el histórico Palacio de La Moneda, Boric se posicionó como anfitrión y actor visible de esta articulación. A cuatro meses de las elecciones, intenta consolidar su legado con avances sociales, reconociendo que el progresismo local ha cometido errores. Y no se esconde: admite que parte de esta coyuntura se explica porque los representantes de la socialdemocracia, hoy alarmados por el avance ultraderechista, no dudaron antes en pactar con ella. Y ya sabemos que en ese terreno, la derecha rara vez pierde.
Las propuestas de la cumbre no se quedaron en lo simbólico. Se habló de regular los algoritmos que distorsionan el debate público, reducir las desigualdades económicas y ambientales, fortalecer el multilateralismo con una fiscalidad internacional justa, y crear una red global de centros de pensamiento. También se anunció que habrá nuevos encuentros en países como Canadá, Sudáfrica, Reino Unido y Australia.
Como ciudadano que no se identifica con Boric ni con muchas de sus decisiones, pero que sí cree en la necesidad de defender derechos fundamentales, esta cumbre me pareció un gesto valioso. No por lo que representa Boric, sino por lo que representa el intento de articularse frente a una amenaza que ya no conoce fronteras. En un mundo donde la ultraderecha se organiza, se financia y se comunica con eficacia, el progresismo no puede seguir actuando por separado.
Queda por ver si estos esfuerzos logran trascender lo simbólico y convertirse en acciones concretas. Pero al menos, en Santiago, algunos liderazgos entendieron que la defensa de la democracia exige algo más que discursos: exige coordinación, valentía y voluntad de corregir errores. Y eso, en estos tiempos, ya es bastante.
Jorge Bustos
Fotos. Gabriel Gato Ducros
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