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Este año que se apaga,
quiero dejar mi voz como piedra lanzada:
Bronca para los malos,
para los que robaron con fundaciones,
para las isapres que devuelven lo robado en cuotas miserables,
para los políticos aseguradores de su propio festín,
para los jueces vendidos, Hermosilla y su muñeca bielorrusa,
para los que quieren entregar Valparaíso como puerto hipotecado,
para las empresas de energía que cobran de más y devuelven migajas.
Que la suerte les dé la espalda,
que sus negocios se pudran,
que sus discursos se caigan como cartón mojado,
que el pueblo los recuerde como ladrones de sueños.
Y a los buenos, a los que se la juegan,
a los que destapan la corrupción, el nepotismo, la mentira,
a los que se sacrifican por la verdad,
a los que no se venden ni se rinden:
¡Dicha y fuerza!
¡Bendiciones y victorias!
Que el próximo año sea de luchas ganadas,
de dignidad levantada,
de memoria viva.
Porque el pueblo no olvida,
y el pueblo no se arrodilla.
Estas son mis últimas palabras del año:
bronca para los corruptos,
bendiciones para los que luchan.
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