Licitación del Terminal N°2: Von Appen cayó y la EPV calló
Hasta hace no muchos años, el operador portuario alemán era sinónimo de eficiencia y de puerto estable (aunque con prácticas laborales detestables). Sus gerentes y los directivos de sus empresas se jactaban de récords casi mundiales de lograr casi la perfección de la operación de transferencia y de capacidad de almacenamiento por metro cuadrado.
Era tan así que llegó a mover sobre el millón de TEUS[1] en un espacio reducido. El TPS de Valparaíso era el más potente de la región, triplicaba en toneladas al segundo operador, San Antonio Puerto Central. Sin embargo, desde el 2017 no para de caer y hoy Puerto Central (segundo en San Antonio después de STI) mueve más toneladas que TPS, y en TEUS, la caída de la carga es de un 35% en Valparaíso, caída que no tiene que ver solo con la pandemia o la recesión mundial, pues tanto STI y Puerto Central de San Antonio fueron subiendo y, pese a la pandemia, su baja final entre esos mismos años no supera el 5%, lo que demuestra que los alemanes han perdido la excelencia y es por eso que su nueva estrategia apunta a quedarse con todo Valparaíso y así aplicar su posición dominante de monopolio, con la complicidad de Empresa Portuaria de Valparaíso y, en particular, con su gerenta de concesiones, cuestión que será rentable para sus finanzas, pero que terminará de monopolizar la industria y aumentar sus ganancias, pero contraerá la contratación y afectara a más de 10 mil empleos directos, solo con los trabajadores aduaneros privados.
La caída se inicia el 2018. El mito de la estabilidad y buena relación de Von Appen con los gremios portuarios se fue a orilla rocosas y su hundió un mes parado TPS y Von Appen no fue capaz de demostrar a la ciudad que la pelea no era por él, sino por la lucha de poder entre el gerente de ese entonces de EPV y el nuevo presidente del directorio, Celis. Sus dirigentes estrellas demostraron su incapacidad y pasaron de ser “vivos” a zombis de la contingencia portuaria, uno de ellos Baeza y otros de su tipo. Más vergonzoso resultó la compra de departamentos a un directivo de la EPV, por los mismos millones que TPS debía pagar a los trabajadores para levantar el paro.
El mito de que los alemanes controlaban todo siempre fue porque la EPV los dejaba, mientras fueran eficientes. Cuando perdieron esa capacidad, pasaron a ser como el resto de los empresarios que viven y sobreviven por el Estado y el poder malicioso que lo maneja.
La EPV renuncia a la competencia intraportuaria, es decir, entre sus dos frentes de atraques, después de defenderla con dientes y muelas por años. Ahora cederla por una operación sin inversión por cuatro años renovables en la licitación que se avecina y en medio del peor momento de la pandemia, y bajo el sistema mono operado, que es el que reduce al mínimo la mano de obra y la contrae, no solo en los empleos directos, sino que mayormente en los indirectos. Tal es la renuncia de la EPV que, sin pudor, utiliza la Sra. Perales (ejecutiva de la estatal) ya que Gandolfo, que era el rey de la competencia, se puede atragantar con este nuevo discurso de papá Noel.
Lo cierto es que la EPV y Von Appen han caído a segunda división, en los “potreros portuarios”, y el gran problema es lo que han hecho con Valparaíso, que de ser puerto principal ahora atiende los buques que bota San Antonio. Eso no es aceptable y menos que más encima le regalen el espigón a un operador que le sobra espacio en su actual concesión porque no es capaz de atraer naves.
Von Appen cayó, su operación es más que deficiente, la EPV lo premia, renuncia a todas las acciones judiciales como los aforos, cargas limpias, prioridad del acceso, le permite cobro de seguridad que no tiene lógica alguna, que además encarece la cadena logística y ahora, la guinda de la torta, le inventa una licitación para regalarle el espigón.
Algo huele mal en Dinamarca y en el Puerto de Valparaíso.
Jorge Bustos
Robinson Delgado
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