Valparaíso arde y los responsables miran para otro lado

Solapas principales

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Autor: 
Jorge Bustos

Hace pocos días, el fuego volvió a morder las entrañas del Barrio Puerto. Las llamas consumieron más que viviendas y recuerdos: devoraron también lo que queda del alma patrimonial de Valparaíso. No es solo una tragedia humana, es otra señal de un Estado ausente, de autoridades locales y regionales que han naturalizado el abandono, que miran sin ver, que hablan de "emergencia" pero viven en la indiferencia.

Un diputado que busca la reelección ha puesto sobre la mesa una propuesta polémica: expropiar las propiedades que no cumplan con normas básicas. Aunque la intención puede parecer válida para sus seguidores, esta medida aplicada sin contexto corre el riesgo de convertirse en otro parche mal puesto. Porque el verdadero problema no son los porteños que malviven en casas a medio caer, sino el sistema que permite que una ciudad entera se quede sin herramientas para prevenir estas tragedias.

Ya no es un problema de recursos. La ciudad ha recibido millones. El problema es que no hay planificación, ni coordinación, ni propósito o como diría un mal pensado, muchos ladrones. Se actúa con desidia, se improvisa, se desvían fondos.

No se trata de inventar soluciones mágicas, tampoco andar pidiendo ayuda al gobierno central, sino de usar lo que ya tenemos. Valparaíso es una ciudad universitaria, con escuelas de arquitectura, ingeniería, trabajo social, planificación urbana, historia, geografía. Decenas de carreras, miles de estudiantes, profesoras y profesores que podrían ponerse al servicio de la ciudad sus capacidades intelectuales sus inteligencias, desde sus ayudantías y tesis, si existiera un plan serio y articulado que le diera buen uso, a esa inteligencia que tenemos instalada en la ciudad. Pero ni la alcaldía ni el Gobierno Regional han sido capaces de convocar a ese conocimiento vivo. ¿Dónde está el plan para incorporar este conocimiento a la solución del problema? No saben, no quieren o no les interesa.

Y mientras tanto, los mismos poderes que mantienen a Valparaíso en el abandono, ahora vienen por todo el puerto. Bajo el disfraz del “Acuerdo por Valparaíso” y el PEZC, se cocina una entrega sin retorno: de nuestra soberanía portuaria a manos privadas, extranjeras y monopólicas. Dicen que es por el bien común, pero nadie les cree. Porque si les importara el bien común, no tendríamos barrios quemándose, ni un patrimonio reducido a cenizas.

Nos quieren convencer de que la ciudad puede salvarse con más contenedores, pero lo concreto es que estos solo ensuciaran las vistas, y no dejaran un peso por su tránsito por nuestro territorio. Valparaíso no se salva desde los escritorios de Santiago ni desde los balances suntuosos de las navieras ni en la mesa de los Zares portuarios. Se salva desde su gente, desde sus barrios, desde quienes estudian y trabajan aquí, desde quienes resisten y sueñan aquí.

La ciudad no necesita más plata mal usada. Necesita planificación, voluntad política, y una alianza profunda entre su gente y sus instituciones educativas. Solo así Valparaíso dejará de arder y ser entregada a piratas, ahora corsarios, con la venia del presidente, el gobernador y el ex-alcalde.

Defendamos la ciudad

Jorge Bustos

 

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