Una cuenta redactada en la sombra

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Autor: 
Jorge Bustos

Resulta, a lo menos llamativo, que la última cuenta presidencial de Piñera no hubiese mención alguna a la pequeña y mediana empresa y que, por el contrario, todo su análisis y argumentos estuviese basado en la macro economía, donde lo relevante, la guía, son los grandes capitales. Cuestiones como estas permiten explicarse dudas que nacen en hechos injustos y hasta inhumanos, propios de siglos de explotación superados en la historia.

Por ejemplo, uno se pregunta cómo es posible que Edwards pretenda bajar los sueldos en vez de subirlos en el diario El Mercurio de Valparaíso. E incluso puede ir más allá y querer saber ¿quién es capaz de contratar a un gran canciller y a un ex ministro para que negocie por él, quién es ese tipo o poder capaz de obligar o seducir a la Presidenta de un país para que le regale millones de dólares al firmar un decreto (144) que pone en peligro su reelección, quién es el que financia tal operación, cómo es que el Parlamento - en particular la comisión de Transportes de la Cámara de Diputados- se puede llegar a negar a investigar los hechos denunciados, cómo es que aparece una resolución firmada por el Contralor General de la República que dice “que los moles son una actividad portuaria”?

Cuando empecé a investigar quién era el titiritero de esta farsa, una niña se acercó a mi netbook y leyó, así es que tuve que explicarle que tras cada cosa poco razonable que pasa en nuestro país, alguna aberración jurídica o política administrativa, existe un “Titiritero”, algún individuo que actúa en la oscuridad, es el que mueve los hilos, el que aprieta  o  suelta, el que compra, asusta, contiene, opera y corrompe. En el caso de la operación Mall Plaza Barón el oscuro, la alimaña poderosa se llama Juan Cuneo Solari.

Este tipo, dueño de viñedos donde toma palabras de Miguel Torres para decir “que si quieres tener viñas debes asumir que perderás dinero”, el mismo que alcanza la aristocracia criolla “acompañando” (siempre desde la sombra) a una reina mundial de la belleza made in Chile, y que, en paralelo se autoproclama patriota junto a otros de su calaña y pe$o y argumenta que a los extranjeros debiera limitárseles el poder de compra de terrenos. Es aquél que inunda la tierra patria de malls y supermercados y convierte al país en el terruño con más metros cuadrados  construidos por habitante de estos altares del consumismo, el sobre endeudamiento y la usura extrema.

El tema es que por más notas que escriba la prensa oficial o de esa que se llama alternativa, nadie o ningún editor se atreve a sacar a la pizarra a estos dioses de barro del neoliberalismo, a los poderosos, a los cabrones que deciden qué noticia se publica mañana o quien queda cesante al día siguiente, o si se esconde tal o cual negocio con tal de favorecer a tal o cual amigo, familiar o pariente (AFP).

Juan Cuneo Solari es uno de los que se queda con el 90% de lo que producimos  todos los trabajadores de esta tierra. Aquí entran a la fila gerentes, mandos medios, generales, trabajadores, todos o, como dijese Carlos, proletarios de nuestra patria. Juan es el zángano del panal llamado Chile y su estrategia es el anonimato. Nadie lo ve, pero siempre está donde un peso puede ser arrebatado a un asalariado.

Juan Cuneo Solari, al igual que sus parientes y los Edwards, deben ser funados donde vayan, ellos son los responsables de los intereses que se nos cobran en Falabella y de las deudas en todas sus cadenas del retail, pero no sólo de aquello. Son los que pagan sueldos miserables a sus trabajadores, los que los acosan, los que se enriquecieron a costa del dolor ajeno.

En particular, he dedicado más de ocho años a pelear contra este individuo y el poder que  representa. Los Juan Cuneo Solari no son muchos, pero se amparan  y compran, Yanaconas criollos que se disfrazan de parlamentarios, ministros y Presidentes, de jueces y contralores, obispos y arzobispos, directores y gerentes de medios. Ha llegado el momento de empezar a mostrarlos a la gente,  para que ellos decidan si los siguen aguantando o cambiamos nuestro país, hacemos nuevos cimientos y construimos, por fin, una patria para todos, no para unos pocos.

Jorge Bustos

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