Actores Secundarios

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Autor: 
Jorge Bustos

No recuerdo bien cómo ni cuándo conocí a la Tita; los años y las historias acumuladas pesan. De lo que sí estoy seguro es que fue en dictadura, al parecer en las peñas o en la escuela artística que funcionaba en el antiguo Instituto Comercial de Valparaíso. Luego me enteré que también era de la Jota; debe ser porque, como varios de nosotros, aparte de ser luchadores contra la dictadura, era peñero, no puedo decir que artista, pero sí peñero, cantaba, bailaba en un conjunto folclórico y me las di de actor en un grupo llamado Farol en el que Myriam actuaba y que fue creado para llegar a algunas poblaciones y potenciar el trabajo que otros compañeros hacían, y también para ganarse unos pesos en las fiestas de fin de año. Fue una amistad fecunda que nos llevó a que ella visitara mi casa con sus hijos donde mi madre, cuando se podía, freía papas y huevos. Yo también visitaba la de ella, varias veces para capear el hambre me quedaba un rato más hasta que servían la cena.

La Tita y la Myriam eran la misma persona, así como casi todos nosotros no es que seamos bipolares, más bien fuimos actores de papeles secundarios que la vida y la historia nos impuso. Por eso es importante rescatar la memoria y dar a conocer que no solo se trabaja y se hacen cosas para subsistir, para darle sentido a la vida. En el caso nuestro, era luchar contra la dictadura y las injusticias que generaba ese instante político; no importaba si era desde el secretismo que era nuestro manto protector, porque al final peleábamos por la luz o, como decía Víctor Jara, por el amor a nuestro pueblo, a nosotros mismos.

Lo que quiero destacar en este testimonio es la relevancia histórica que tienen algunas personas en la vida de otros y cómo esos otros se inspiran para verse reflejado y querer ser como ellos, los inspirados que muchas veces cambian la historia, modifican la vida y sus vidas como también la muerte. La Tita era eso, el espejo en el que varios de nosotros nos miramos y quisimos ser como ella, arriesgar la vida por una mejor vida, para todos, en esos años donde el personalismo y el sálvate solo empezaba a atropellar la ética y la decencia, que hoy simplemente esta naturalizada.

Después de haber sido castigado por los compañeros de la Jota, ya ni me acuerdo por qué, llego la Tita a mi casa a quitarme el castigo y convencerme para que hiciéramos algunas cosas. Debo decir que mi respuesta fue positiva de inmediato, ya estaba cansado de andar cantando y bailando mientras asesinaban y hacían desaparecer a la gente de izquierda. Recién comenzaba la idea de la rebelión, así que me vincularon a otros jóvenes de esos tiempos -hoy todos viejos- y planificamos la acción que se nos encomendó. Fue tan bien hecha e impactante para la ciudad dicha acción que se ganó la primera página de La Estrella de Valparaíso del día sábado. Sin duda, no solo fuimos nosotros los que operamos, como correspondía; también otros jóvenes participaron en esa acción, lo que le dio la masividad, y tengo la convicción que esa acción fue el inicio del desencadenamiento de una nueva forma política para enfrentar la dictadura.

Fue en el mismísimo auto de la Tita donde trasladamos los sacos de viruta de madera que fueron descargados a orilla de cerro, para que después los muchachos lo impregnaran con petróleo para luego ser trasladados en un carretón (chancha) hasta el lugar elegido para ser prendidos, que era la orden de iniciar la primera protesta que usaba otros elementos que solo fueran los gritos contra el dictador, el famoso silbido del “y va a caer” y los volantes.

De lo que sí me acuerdo bien es que cuando la dictadura le quitó la propiedad del trabajo a los sindicatos de trabajadores portuarios, decidimos hacer un apagón, el primero, por cierto. Fue La Tita quien me dio unos pesos para poder implementarlo, sin saber de qué se trataba, pero ella sabía que era para la pelea. Después supe que el tío que esa tarde me presentó en su casa no era su tío, era el jefe regional del PC en clandestinidad.

La Myriam fue quien me llevó al aeropuerto cuando decidí no cantar más, para aprender a construir rayos y truenos para descargarlos en contra de la bestia parda; también un par de años después su casa me sirvió de guarida cuando la represión llegó hasta mi familia y tuve que pasar a vivir en la clandestinidad.

La vida, como el destino, apartan a las personas que se quieren y que admiras; cada uno sigue sobreviviendo y otros viviendo, los hijos y los nietos nos roban el tiempo de las amistades… La última vez que me vi con Myriam fue en un café de Valdivia hace un par de años, ella con su amiga y yo con mi nueva familia. No pudimos conversar ni recordar.

Hace poco recibí un whatsapp de ella donde me decía que estaban escribiendo un libro sobre ella. Me pareció importante dejar en letra una historia, de actores secundarios, que alguna vez fueron importantes en la gestación de esta pésima versión de democracia que hoy tenemos.

 

 

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